¡Qué nos gusta chupar limones...!


5 / mar / 2013 - Yolanda Salmerón (@YolandaMyS). 

Sí. A estas alturas de la tragedia nadie duda, y mucho menos niega, que nos encontramos en una crisis financiera gorda, como los huevos de toda la casta política, independientemente de su orientación, y no me refiero a la ideológica, porque eso ya no existe, sino a su capacidad de chupar con más o menos fuerza del bote. Asimismo, la falta de profesionalidad y vergüenza de cuántos cargos de poder se han llenado los bolsillos a costa de quienes madrugamos cada mañana por menos de nuestro sueldo o de quienes lo hacen en dirección a dónde ni ellos mismos saben en busca de una oportunidad. 

Pero, ¿dónde se habla de la crisis de valores? Porque hemos perdido el norte y ya no sabemos ni dónde tenemos el sur y eso no aparece en ningún medio de comunicación. La mayoría de entendidos coinciden en que la economía es cíclica, por lo que deduzco en mi corta inteligencia que la recesión nuestra acabará, igual que ya hicieran otras, a no sabemos qué precio. Pero, ¿y la de valores? ¿Alguien nos va a devolver el respeto, la solidaridad y tolerancia por el otro? ¿De verdad alguien cree que la I+D+i es el único motor para que avance una sociedad?... ¿Acabaremos haciendo el amor con el Ipad cuando nuestro insoportable carácter no nos permita entablar una conversación de más de tres minutos con persona humana (sí, sí, todo junto que pesa más) que se precie? 

Todo esto viene por dos momentos muy concretos que me han dado vergüenza ajena y darme cuenta de cuán injustos, envidiosos y desgraciados somos los seres humanos. Me refiero a dos discursos (que según tengo entendido han de ser personales y más aún cuando te dan un premio) muy criticados: el de Maribel Verdú, en los premios Goya, y el de Antonio Banderas, en la investidura de Hijo Predilecto de Andalucía. 

A él se le ha criticado, en concreto, la última parte de su pasional discurso. "Porque Andalucía no es para mí, en estos momentos, una región, un pueblo, un sentimiento, una idea, ni un proyecto. Andalucía es para mí una necesidad". He visto comentarios por Internet del tipo de "claro, por eso vives en Estados Unidos", "este año le tendrían que haber dado el premio a los andaluces que están pasando fatigas" o "mucho Andalucía, pero enriqueces a los de fuera". Señores escribidores de las redes sociales, pongamos los puntos sobre las íes. 

El hecho de que una persona no viva en un determinado sitio, bien porque no quiera (como imagino que es el caso de Antonio Banderas, amén de sus circunstancias personales, las cuales desconozco por completo y poco me interesan), o porque no pueda (como lamento me pasa a mí, amén de mis circunstancias personales, que a nadie interesan), no significa que no tenga la necesidad de esa tierra y, más allá, que no la sienta como suya, como parte de su sangre, con sus dolores y alegrías. Lo más grande que tiene el ser humano es la libertad y considero que no somos nadie para decirle a Antonio Banderas, ni a Pepito de los Palotes, que viva en Madrid norte o Madrid sur. Quiénes somos nosotros (por muy sobresalientes que seamos en el uso de las redes sociales y así nos siga un regimiento) para juzgar los sentimientos que a un andaluz (de nacimiento o sentimiento) le produce su tierra y su solidaridad con quienes peor lo pasan. Estamos hablando de un actor, que nos guste más o menos su modo de interpretar, ha prosperado por méritos propios o salido de la nada, como ya hicieran Rocío Jurado o la propia Maribel Verdú, y que lleva Andalucía por todos los rincones del mundo porque habla de ella desde el cariño y el respeto que sólo quienes bien aman algo saben ponerse en la boca para referir ese algo. 

Ahora podemos criticar que Antonio, Maribel o Shakira, en un momento dado hayan aprovechado su fama para realizar campañas publicitarias con bancos malos, que hayan echado mano de sus contactos para conseguir subvenciones o que hayan alquilado una planta de un hospital para dar a luz. Pues qué quieres que te diga queridísimo @, a ver quién es el guapo que no aprovecha las oportunidades que le presenta la vida, que no quiere lo mejor para los suyos y que sabe a ciencia cierta con quién o para quién trabaja. Pero, al menos, ahí está la clave, trabaja, aporta algo, no es un parásito, como los políticos, se me ocurre, que además de su manido discurso no hacen sino abultar.


Vamos ahora con la actriz. No encontré nada forzado su discurso, no creo que fuera una interpretación, buena o mala, y rehuyó totalmente de la opinión esa que navega según la cual por estar el mundo en crisis ella no podía vestir un Dior. ¿Sería más creíble su solidaridad y empatía con el pueblo español si fuera de mercadillo? ¿El hecho de que ella sea una mujer privilegiada por la posición en que se encuentra hace que tenga que pedir perdón a quienes están en el paro? ¿Llevar un Dior la exime de estar en el mundo y saber qué pasa? ¿Por haber prestado su imagen a un banco ya no tiene sensibilidad y no le importa el mundo? 

(Inciso. No me pareció correcto el discurso de Candela Peña, aunque en su derecho estaba, porque subrayó la incapacidad del ser humano de ver más allá de sus narices, su afición perpetua de mirar sola y exclusivamente su ombligo. Entiendo que como hija le duela más que nada su padre, y como madre, su hij@, pero no creo que se deba personalizar tanto una reivindicación porque los problemas en sanidad, educación y empleo, no son sólo de la actriz Candela Peña, los hay de todos los tamaños y durezas. Me pareció poco solidaria, demasiado fea, como todos los que están criticando por criticar, por no lanzarse en contra de quienes hay que lanzarse, a sus compañeros). 

Hablamos de dos personas adultas, que han hecho uso de su libertad para, en un momento suyo, en que podrían haber optado por agradecer a sus padres, parejas y demás familiares que les hayan acompañado en su largo camino y ser ellos los únicos protagonistas de su éxito, solidarizarse con quienes peor lo están pasando, reivindicar justicia, llamar a la cordura de a quienes se le ha ido la crisis de las manos y humanizar un instante tradicionalmente frívolo que sólo entienden, probablemente, quienes están llamados a subir al pódium. 

¿Por qué vemos el mundo en blanco y negro? ¿De dónde nos nace tanta envidia? Por qué no tomamos consciencia de que la recesión nuestra es nuestra y que también nosotros, los ciudadanos de a pie, tenemos mucha responsabilidad en ella por haber vivido o querido vivir por encima de nuestras posibilidades y dejar que otros, llámense jefes, bancos o políticos nos manejen cual marionetas. 

La suerte trabajada de estos actores, como la de otros artistas de nuestro país, ingenieros, periodistas, cocineros, escritores, gente cabal, que la hay, debería ser un referente para cuantos trabajamos a diario o lo pretendemos. Un atisbo de esperanza de que todo es posible si se empeñan cuerpo y alma, de que los reconocimientos alcanzados pertenecen en cierta medida a la sociedad por apostar por la cultura y el arte para embellecernos esa parte fea de cuando chupamos limones y que son el reflejo de una labor bien hecha, que cualquiera debería sentir con cada jornada, sin la necesidad de que nadie viniera a darle la consabida palmadita. 

Ni su posición privilegiada ni la plataforma mediática que supone que le den premios con mil cámaras delante les obliga a que tengan que dar parte de lo que ganan a las oenegés más que quienes no cobramos sus sueldos o vestimos de Dior, y mucho menos les obliga a pedir perdón por estar ahí. Todos podemos contribuir a un mundo mejor, a una sociedad más avanzada, que se corresponda con ese mercado globalizado hecho de I+D+i en todos los sectores con los que 'la marca España' pretende competir. Antes de ser buenos profesionales, hay que ser personas elegantes, capaces de alegrarse del éxito ajeno, de ver en él el referente social que supone por lo que aporta a la sociedad y el ejemplo que da. No criticar gratuitamente (¡ni juzgar, que para eso ya está la vida!) y mucho menos atribuir una serie de responsabilidades a quienes más tienen solo porque tienen más. Todos y cada uno de nosotros tenemos responsabilidades con la sociedad y la primera es respetar, tolerar y solidarizarnos, esa es la primera aportación que hemos de hacer a las oenegés. Después, que cada cual, dé lo que quiera dar si algún día quiere recibir. 

En mi opinión, deberíamos dejar ya de chupar limones porque nos ponemos muy feos, se nos agria el carácter y descubrimos cuán retrasados vamos en cuanto a investigación, desarrollo e innovación humana, que es la que se hereda y sobrepasa la piel. Nada. Es mi opinión.

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