20 / mar / 2010 - Hugo Mazón.
Miren la foto. En ese espacio caben, al menos, 1.500 viviendas a pie de playa. Mil quinientas oportunidades de atraer a 1.500 familias para que consuman, consuman y consuman hasta caer extenuados al sol. Mil quinientas familias, a tres miembros por núcleo son unas 4.500 personas más que necesitarán sangrías, paellas, montaditos y sombrillas unos tres meses al año.
Una oportunidad de negocio a la que habrá de sumarle las cuadrillas de albañiles que se necesitarán para urbanizar ese pedazo de paraíso. Alemanes, ingleses, suecas y madrileños podrán disfrutar durante tres meses al año de un emplazamiento que acabará equiparándose con lugares como Marbella, Torremolinos, Torrevieja o Denia. Quizá acabe acabe aspirando a albergar a algún tipo de mafia al igual que las anteriores.
El lugar de la foto es Cala Reona, la última cala virgen de Murcia. Superviviente del atracón urbanístico de un país que a falta de industria cimienta sobre la arena de su playa el crecimiento a costa de ecosistemas, especies endémicas y destrucción de paraísos naturales. Si este espacio ha sobrevivido es, entre otros motivos, gracias a que a sus espaldas se encuentra el Mar Menor, foco urbanístico sin precedentes y en cuya costa se han cometido auténticos atropellos morales que a día de hoy siguen sin juicio.
Todo ello para que los murcianos puedan tostarse bajo un sol de justicia y asuman cuatro años después del estallido de la burbuja que tienen una deuda de más de 2.500 millones de euros, a lo que deberían plantearse ¿dónde está todo el dinero que ha entrado en los últimos años y de qué ha servido vender hasta su alma?
La Ley de costas fue un intento fallido del anterior ejecutivo de darle valor real a la primera línea de playa de este país. Ese valor real consta de algo más que chiringuitos, ya que respeta los ecosistemas y los terrenos de ramblas y cauces de esos de los que uno sólo se acuerda cuando se desbordan, llevándose a su paso casas, coches, vidas...
Arias Cañete es el ministro al que se le ha encargado la protección de Medio Ambiente con la postura contraria de los ecologistas. Este mismo ha declarado que “relajará la Ley de costas”, hecho que salvará a barrios enteros que se construyeron sin concesión administrativa, algo que incluye entre otros “papeleos” la declaración de impacto ambiental, en provincias como Málaga y que, hemos de recordar que nadie ha entrado en la cárcel por ello. A este tipo de litoral no han dudado en llamarlo “degradado”, sin caer en la cuenta que lo que lo ha degradado es la construcción masiva de viviendas basura que no sólo está lejos de un ideal de turismo de calidad por el que debería abogar España para competir con otros destinos que están surgiendo como la rebajada costa griega, marroquí o tunecina (aunque ahora no esté en su mejor momento turístico).
España debería cuidar su costa pensando en algo más que el criterio económico del “aquí y ahora” que nos ha traído donde estamos. Si he puesto el ejemplo inicial de la costa de Murcia es porque en la Comunidad Valenciana, con una deuda infinitamente mayor a la murciana, no quedan zonas de costa lo suficientemente despejadas como para poder llamarlo paraíso.
Después de diez años aplicando criterios meramente mercantilistas no queda nada que no sea espejo de la corrupción provocada por el dinero fácil, que hace que se le acabe perdiendo el respeto al esfuerzo y que se hipoteque el futuro. Es nuestro trabajo saber cómo hemos llegado a donde estamos para no repetir los mismos errores, aunque todo nos hace pensar que se acabará volviendo a llenar la burbuja en una huida hacia adelante que probablemente equipare la costa este española con la megaurbe que recorre la costa norteamericana. Quizá en un futuro hasta tengamos hasta una liga de baloncesto que nos enfrente en la final con gallegos, vascos y asturianos, quién sabe...
Una oportunidad de negocio a la que habrá de sumarle las cuadrillas de albañiles que se necesitarán para urbanizar ese pedazo de paraíso. Alemanes, ingleses, suecas y madrileños podrán disfrutar durante tres meses al año de un emplazamiento que acabará equiparándose con lugares como Marbella, Torremolinos, Torrevieja o Denia. Quizá acabe acabe aspirando a albergar a algún tipo de mafia al igual que las anteriores.
El lugar de la foto es Cala Reona, la última cala virgen de Murcia. Superviviente del atracón urbanístico de un país que a falta de industria cimienta sobre la arena de su playa el crecimiento a costa de ecosistemas, especies endémicas y destrucción de paraísos naturales. Si este espacio ha sobrevivido es, entre otros motivos, gracias a que a sus espaldas se encuentra el Mar Menor, foco urbanístico sin precedentes y en cuya costa se han cometido auténticos atropellos morales que a día de hoy siguen sin juicio.
Todo ello para que los murcianos puedan tostarse bajo un sol de justicia y asuman cuatro años después del estallido de la burbuja que tienen una deuda de más de 2.500 millones de euros, a lo que deberían plantearse ¿dónde está todo el dinero que ha entrado en los últimos años y de qué ha servido vender hasta su alma?
La Ley de costas fue un intento fallido del anterior ejecutivo de darle valor real a la primera línea de playa de este país. Ese valor real consta de algo más que chiringuitos, ya que respeta los ecosistemas y los terrenos de ramblas y cauces de esos de los que uno sólo se acuerda cuando se desbordan, llevándose a su paso casas, coches, vidas...
Arias Cañete es el ministro al que se le ha encargado la protección de Medio Ambiente con la postura contraria de los ecologistas. Este mismo ha declarado que “relajará la Ley de costas”, hecho que salvará a barrios enteros que se construyeron sin concesión administrativa, algo que incluye entre otros “papeleos” la declaración de impacto ambiental, en provincias como Málaga y que, hemos de recordar que nadie ha entrado en la cárcel por ello. A este tipo de litoral no han dudado en llamarlo “degradado”, sin caer en la cuenta que lo que lo ha degradado es la construcción masiva de viviendas basura que no sólo está lejos de un ideal de turismo de calidad por el que debería abogar España para competir con otros destinos que están surgiendo como la rebajada costa griega, marroquí o tunecina (aunque ahora no esté en su mejor momento turístico).
España debería cuidar su costa pensando en algo más que el criterio económico del “aquí y ahora” que nos ha traído donde estamos. Si he puesto el ejemplo inicial de la costa de Murcia es porque en la Comunidad Valenciana, con una deuda infinitamente mayor a la murciana, no quedan zonas de costa lo suficientemente despejadas como para poder llamarlo paraíso.
Después de diez años aplicando criterios meramente mercantilistas no queda nada que no sea espejo de la corrupción provocada por el dinero fácil, que hace que se le acabe perdiendo el respeto al esfuerzo y que se hipoteque el futuro. Es nuestro trabajo saber cómo hemos llegado a donde estamos para no repetir los mismos errores, aunque todo nos hace pensar que se acabará volviendo a llenar la burbuja en una huida hacia adelante que probablemente equipare la costa este española con la megaurbe que recorre la costa norteamericana. Quizá en un futuro hasta tengamos hasta una liga de baloncesto que nos enfrente en la final con gallegos, vascos y asturianos, quién sabe...
3 comentarios:
Gran texto, acertada reflexión... y bueno, esto es España, lo que queremos vender. Bueno, mejor dicho, lo que a nuestros políticos les gusta vender...
Como murciana, te digo: ¿Crees que la gente se plantea dónde ha ido a parar ese dinero? Evidentemente no, si no Valcárcel no iría camino de los 20 años de Gobierno! :S
Aquí prima eso del: "dime pan y dime tonto". Y lo peor, es que esta región, la saca de la construcción y no tiene de que vivir... Así nos va!
Ese es el mayor problema, que no hay alternativa porque no se ha querido construir...
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